
En tiempo de guerra se muere deprisa y se sufre despacio.
Pero no todo es muerte y sufrimiento. La vida se resiste a sucumbir ante los odios, los fanatismos y la desesperanza. Lo más humano del hombre se refugia en las vivencias personales. Por eso la felicidad, el amor y la paz parecen tan solo una serie muy espaciada de relámpagos en medio de una larga noche de terror, angustia y violencia.
A Luka Brajnović le tocó sufrir despacio, mientras sus hermanos y amigos morían deprisa. En su libro inédito Gloria y Tragedia del Mediterráneo reflexiona sobre lo que sucedió cuando regresó a Zagreb tras su huida del campo de concentración en 1943
Al encontrarme otra vez en libertad, todas mis esperanzas se habían unido en la visión irreal de un futuro luminoso y seguro. Por lo menos así me lo parecía en un principio, mientras vivía mi pequeña historia de amor y mientras confiaba en grandes noticias.
Por un lado, tuve una suerte excepcional, al librarme de la movilización forzosa y general, convocada pocos días después de mi huida, pues las huellas de mi cautiverio todavía eran evidentes.
(Luka llegó a Zagreb desde el campo de prisioneros comunista de Vrhovine en la piel y los huesos, con un peso de unos 38 kg. En ese estado, la comisión médica militar le decretó inhábil para las armas)
Por otro lado, la propaganda aliada insistía, tras la capitulación de Italia, en que «La guerra en el Mediterráneo entraba en la fase decisiva, en la que la ofensiva se consideraba inminente en todo el Adriático». Se esperaba el desembarco en las costas croatas y la liberación de todo el país.
No obstante, esa fe en el futuro tenía sus verdaderas raíces extendidas en una realidad y en unas ilusiones personalísimas que nada tenían que ver ni con mi suerte de inutilidad para la guerra ni con la estrategia de los poderosos. Un día de noviembre me casé con Ana al son de un bombardeo y nada pudo derrotar mis esperanzas: ni las alarmas diarias, ni los ataques aéreos, ni la escasez generalizada. Ni siquiera las muertes continuas, entre las que lloraba la de mi padre y las de mis hermanos.