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Me gusta esta foto. Mi padre se pone a mi altura, me protege y parece estar orgulloso de mi. Yo me siento segura entre sus brazos. Somos felices. Además estamos junto a uno de mis lugares favoritos, la Plaza del Castillo de Pamplona.

Hoy hace un año que la publiqué en este mismo blog con el artículo en el que lo estrenaba. Recuerdos deslavazados de la primera vez que conocí la historia de su vida. Tuvo que ser fuera de casa, en una reunión con estudiantes que le invitaron para una tertulia cultural. Mi padre no era hombre de contar batallitas. Más bien plasmaba sus vivencias en el silencio de la escritura. Un poema, un relato… y sus diarios.

En esos viejos cuadernos estoy descubriéndole una vez mas. Diría que he iniciado una viaje  a su lado, en el que he aprendido que se puede sufrir y perdonar a los causantes del dolor y la injusticia al mismo tiempo y que el amor puede ser más fuerte que la guerra.

Quiero seguir ese camino, aunque a veces no resulta fácil, porque la historia es dura, pero siempre luce en ella un rayo de esperanza. Todos sabemos que tuvo un final feliz.

Me alegro de haber recibido valiosos testimonios y colaboraciones de alumnos y compañeros de mi padre en esta página durante el último año y espero recibir más en adelante. Con ellos también descubro de alguna forma aspectos de mi padre que desconocía. Es muy enriquecedor.

 

 

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