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Trabajé con Luka Brajnovic como ayudante de cátedra de Ética Periodística durante nueve años, desde 1981 hasta el 1990, y he seguido manteniendo trato con él hasta su fallecimiento en mis viajes ocasionales a Pamplona.

Entre las numerosas virtudes de las que he seguido testigo, quiero dejar constancia de una en particular, su humildad. De entre los muchos ejemplos que podría citar, mencionaré uno que me ha dejado una huella duradera.

Habiendo yo decidido seguir la carrera universitaria y, para ello, quedarme a trabajar en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, el entonces Decano, Carlos Soria, me orientó hacia la Ética Periodística para ayudar a don Luka. Buscaba yo un tema de tesis doctoral y don Luka me propuso éste: la dimensión moral de la libertad de expresión. El Decano, con quien yo también consultaba mis decisiones académicas, me sugirió cambiar tema y director de tesis: el derecho a la intimidad como limitación al derecho a la información, bajo la guía del prestigioso catedrático de Derecho de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, don José María Desantes Guanter, quien colaboraba estrechamente con la Facultad.

Acepté la sugerencia del Decano y comuniqué a mi titular de cátedra mi decisión de cambiar tema y director. Don Luka no puso ningún inconveniente ni manifestó alguna contrariedad personal. Esto no es común en la vida académica, como he tenido ocasión de experimentar después a menudo en mi trabajo en una Universidad estatal y en dos privadas. Lo que yo no sabía entonces es que Luka Brajnovic estaba en las “antípodas intelectuales” de José María Desantes en cuanto a su concepción de la información y del periodismo.

A medida que avanzaba en la tesis, y tras haber escrito ya dos capítulos que fueron recibidos con entusiasmo por Desantes, empecé  a distanciarme intelectualmente de él, mi nuevo director de tesis. Paulatinamente me fui convenciendo de que los presupuestos sobre los que basaba su teoría del derecho a la información eran erróneos. Al mismo tiempo, mi relación con don Luka se iba afianzando humana y académicamente gracias al trabajo de colaboración con él en la enseñanza de la materia y en los casos prácticos que realizaba con los alumnos. Le iba comunicando mis graduales descubrimientos. Así vine a saber de las diferencias académicas que le separaban con Desantes, y que yo no había intuido por falta de madurez intelectual y, quizás, porque estaba fascinado con la brillantez de la teoría de Desantes, entonces de moda y exitosa en el ambiente académico de la comunicación social.

La crisis

La escritura del tercer y cuarto capítulo de mi tesis, aunque no contestaban directamente el “derecho a la información” entendido como un derecho exigible jurídicamente, ponían de manifiesto que su teoría imposibilitaba justificar un derecho a la intimidad con primacía jerárquica sobre aquél. Desantes advirtió el conflicto y se negó a firmar esa tesis. Le pedí una moratoria: escribir un quinto y final capítulo con el que dar respuesta a sus perplejidades antes de decidir renunciar a la dirección de la tesis. De todo este proceso informaba puntualmente a mi titular de cátedra, don Luka Brajnovic, con quien a esas alturas había alcanzado una gran confianza y sintonía de pensamiento. Él me escuchaba y dejaba que siguiese mi camino sin interferir o predisponerme negativamente hacia mi director de tesis.

Como era de esperar, el quinto capítulo no convenció a Desantes y se negó a poner su firma en esa tesis. Me encontraba con tesis y sin director, después de un largo camino de casi 8 años, y bastante desanimado. Cuando informé a don Luka de mi última y definitiva entrevista con Desantes, me dijo con una sencillez desarmante y sin dar importancia al hecho: “¿Dónde está el problema? Si quiere usted –nos dábamos siempre de usted conforme a los usos académicos de la época- yo puedo firmar esa tesis”.  Así fue, solicité un cambio oficial de director de tesis. Él la asumió, revisó, sugirió correcciones, hizo observaciones para mejorar el texto, la firmó y pude defenderla.

He aprendido mucho de Don Luka, intelectual, humana y también – por qué no- espiritualmente gracias a su ejemplo discreto. Mirando atrás, me doy cuenta que vivió conmigo una auténtica “paternidad espiritual”, paternidad que solo los verdaderos maestros universitarios saben ejercer sobre sus alumnos y discípulos: ayudarles a crecer con libertad, a madurar intelectualmente y saber apartarse cuando llega el momento de dejarles volar por cuenta propia.

 Norberto González Gaitano

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