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Homenaje de un hijo

por | Ene 14, 2019

Este hombre del sombrero hoy hubiera cumplido cien años. Nació cuando Europa aún humeaba de su Gran Guerra y los odios antiguos sembraban odios nuevos en el barro ensangrentado. Odios. De miseria u opulencia, de patronos o de obreros, de independencias y naciones, de imperios y colonias, de fronteras y memorias, reales o inventadas, de las que se guardan entre las páginas de la Historia como una hoja seca. Odios. Que afloraron incontenibles con sus uniformes, sus botas y sus metales para que medraran los peores, odios que oficiaron altivos y soberbios los abanderados de la crueldad en una rivalidad por ser el más glorioso y, por tanto, el más infame. Y la riada enorme arrastró a los buenos a la oscuridad de la muerte o a la insondable ceguera del criterio secuestrado por el pensamiento de algún líder, al terror de la víctima sacrificada a dioses inventados, a los miedos cómplices, a los silencios culpables. A la guerra perpetua que aún hoy perdura en las palabras y las mentes.
Pero nada de eso sabían aún esos ojos adriáticos que hace cien años se inauguraron llorando como todo humano, que buscaron siempre el final del mar pese a la mirada herida por genocidios y ruinas, por la naturaleza atroz de quienes se escondían en el amor y la piedad, por todo lo que vieron y lo que no vieron o no quisieron o no supieron ver. Porque luego ya todo se hizo viaje y recuerdo. 
Por eso tal vez, me enseñó a caminar entre esos mundos que pueblan las bibliotecas y los libros que aguardan ser escritos, a buscar los que entregan el saber y la ciencia para llenar de luz el pensamiento y huir de los siniestros que retuercen la razón y esclavizan con cadenas de ignorancia y fanatismo; que un papel en blanco y un libro sin abrir son continentes que deben ser explorados, que en las palabras había música escondida y que las letras eran capaces de latir. 
Y yo seguí mi camino e ignoré el suyo justo hasta el último encuentro de su sonrisa.
Supo ser mi padre lo mejor que pudo y aún a veces me visita su vacío.

Sant Pol de Mar, 13/01/2019

Antonio Brajnovic

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