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Mi padre era poeta y periodista. No veía contradicción en ello.  Es más, defendía que el periodista debe ser un poco poeta para no ahogarse en la crudeza de la realidad que puede comerle el alma y convertirle en un cínico. Reproduzco un artículo publicado en la revista Nuestro Tiempo en 1989 sobre este tema.

Algunos se preguntarán, pensando en las realidades crudas y duras de un informador lanzado al mundo de la intolerancia, crímenes, traiciones, protestas, si puede haber un tema más atípico que este.

A primera vista parece que el tema poesía-periodismo ni es lógico, ni factible, ni -quizá académico. No obstante, no es sólo muy bonito, sino también apasionante. Me anima a dirigir mis pensamientos en este sentido no sólo mi natural inclinación a huir de lo prosaico, sino también una afirmación hecha por un hombre excepcional acerca de este tema. Dirigiéndose a los periodistas extranjeros acreditados en Italia -enero de 1988- Juan Pablo II habló de la vocación y la labor periodística, que tienen que ser siempre fieles a la verdad informativa y a la responsabilidad moral. Y terminó diciendo: «Habitualmente los poetas comunican aspectos admirables y maravillosos de la realidad. Pienso que cada uno de vosotros debe ser un poco poeta».

¿Dónde encontrar poesía en las actividades periodísticas? El deber del informador se relaciona con lo cotidiano, con lo trivial y con lo extraordinario, con fenómenos naturales de todo tipo y con los fenómenos sobrenaturales, con situaciones alegres, admirables y angustiosas. El trabajo periodístico y el de investigación en este campo debería abrir y cerrar nuestra actividad diaria como se abren y cierran las puertas de una casa donde vive gente amable y educada, es decir, sin grandes gestos, sin escandaloso ruido, sin voces a gritos. Sería una lástima que uno quisiera ser más de lo que realmente puede ser, confundiendo su capacidad con meras ilusiones y su realidad con su fantasía.

No obstante, el periodista debe verter siempre en palabras o imágenes -que surgen en la precisión narrativa o explicativa- su creatividad y, al mismo tiempo, su disposición a expresar audazmente su postura, su opinión y su visión, cuando de posturas y opiniones se trata.

Si existe una relación íntima entre él como persona y su labor profesional, entonces no sólo utiliza con plenitud sus fuerzas intelectuales, sino también su talento y su integridad como ser humano. La fuerza expresiva de un periodista es igual (o debería ser igual) a su capacidad de crear o, simplemente, de lograr una imagen cognoscitiva, pero también sugerente, del mundo.

Quien no se fija en lo que ocurre a su alrededor y en cualquier lugar donde vive el hombre, y si no recrea lo que capta, ve o experimenta, difícilmente puede ser un buen periodista y aún menos poeta. Con ello quiero decir que nadie puede salir en búsqueda de la expresión periodística si antes y luego -constantemente- no se forma a sí mismo como persona humana con talento y como copartícipe de la vida social, pública, cultural, moral, etc., si no forma y perfecciona su vision del mundo y su vision de lo bello y de lo bueno en el destino humano.

Cada palabra -más que imagen- es un pequeño milagro, pero lo más milagroso es nuestro juego con palabras cuando acertamos a transformar la realidad en categorías informativas y periodísticas con sabor a buena literatura, una literatura que anima y trae esperanzas apoyadas en la verdad.

PORTADOR DE ARTE

El periodismo puede proporcionar no pocas ocasiones para convertirse en portador de arte. Pero mientras -como dije en una ocasión- el arte totalmente creativo da vueltas alrededor de la verdad objetiva con el propósito de no quemarse en el contacto con ella, el arte de un periodista es exactamente lo contrario: no puede dar vueltas alrededor de la verdad informativa sin tocarla, por muy peligrosa que sea la quemadura de este contacto. Porque el periodista debe exponer esta realidad o verdad y, en muchos casos, explicarla, describirla y criticarla o defenderla.

En esta explicación el periodista también crea, porque ya no se trata simplemente de ser intermediario entre un hecho y los destinatarios de la información, sino que, además, se trata de una intervención personal y, como tal, subjetiva. Esta intervención está a veces cargada de las más decisivas características de su personalidad. Entre éstas, la inteligencia, el buen gusto y estilo, la erudición, la integridad ética y la habilidad de penetrar en el mundo de sus lectores u oyentes son las más importantes.

Sería un error no tener en cuenta el hecho de que también el destinatario posee igualmente la dignidad humana y que en muchos casos este destinatario tiene la fuerza co-creativa gracias a su cultura, imaginación e intelección.

Pero, además, puede surgir poesía en el modo de utilizar la libertad de expresión, en la búsqueda no sólo de la verdad, sino también de la bondad y la belleza, en el tratamiento de los temas que, hechos pura prosa aplastan, pero que con un poco de poesía elevan el pensamiento y los ánimos.

Pienso que hay muchos temas en los que se puede descubrir la alegría poética. Hay poesía en todo y, desde luego, en la realidad, ya que los poetas también comunican diferentes aspectos de la realidad, una realidad elevada, quizá, a la enésima potencia, pero al fin y al cabo una realidad. Sean cuales sean las teorías mas o menos acertadas sobre la poesía como una visión excepcional, los poetas se comportan en este mundo como personas que se entregan irresistiblemente a los secretos de la vida, del amor, del dolor y de la paz. Pienso que el poeta tiene que ser al mismo tiempo niño, sabio y rebelde.

NIÑO, SABIO Y REBELDE

Niño por su espontaneidad y su sencillez inspirada en las experiencias mas íntimas de su ser, en lo temporal y eterno, en la emoción y en la esperanza, en la alegría y en el dolor propio y ajeno. Sabio por su capacidad de valorar correctamente lo que ve, oye, experimenta, sabe y piensa, ya que sólo los ignorantes hablan mucho de lo poco que saben, mientras que los sabios siempre saben lo que dicen, así que son conscientes de su responsabilidad. Rebelde por su lucha contra los látigos de la violencia, la cultura de la muerte, la falsedad, la cobardía, la humillación de la belleza y de la bondad.

Estas dimensiones -aun en medio del pluralismo neurótico del gusto- representan ante todo un alto grado de habilidad, y desde siempre han significado la prontitud virtuosa de la creación literaria. Decir de lo poético que es algo embriagador o que surge de las melodías semidivinas del arpa de Orfeo no sólo sería cursi, sino también una excusa para cubrir con un velo de palabras huecas el misterio de la revelación poética.

Lo poético, en verso o en prosa, es siempre un llamamiento a la alarma, al festejo, al encuentro y la despedida, a la compasión y a la co-creación. Aunque existe, por supuesto, el gran peligro de que la sensibilidad poética deje su puesto al realismo duro y embrutecido de la sequedad y trivialidad cotidiana, se puede ser un poco poeta ejerciendo la profesión periodística.

No hay que convertirse en rapsodas retóricos de las nubes del poder político -triste antipoesía-, sino en defensores y portadores de los valores humanos. Se puede ser un poco poeta y se puede ser mucho poeta, como nos demuestra la historia del periodismo español y universal. Se puede ser a la vez poeta y periodista, porque la poesía es, entre otras virtudes y características, el espejo en el que se refleja la luz que ilumina el tiempo, el hombre y el mundo en que vivimos.

Reconstruir la vida, las realidades, las sensaciones propias y ajenas, significa reconstruir también aquellos momentos en los que surgían visiones poéticas como consecuencia de una lucha, y también sufrimientos interiores líricos o épicos, emotivos o prosaicos, pero siempre nacidos de lo más íntimo del ser humano.

El periodista-poeta vive en la actualidad, pero se encuentra fuera de ella para poder abarcarla entera. Está aquí y allá. Al mismo tiempo abraza la realidad cotidiana y se quiere librar de ella. Le atraen los hechos pero se defiende para que no le cautiven. El periodista-poeta ve mejor la realidad de lo que ella le ve a él. Se miran desde diferentes ángulos y se ven en distintos colores. Y a pesar de todo esto y de todas las situaciones prosaicas en las que se encuentra o se puede encontrar, el periodista debe ser un poco poeta.

Luka Brajnović
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