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Reproduzco un fragmento de la lección inaugural que Luka Brajnović pronunció en la Universidad de Navarra en 1976 con el titulo «Periodismo: entre la presunción y la esperanza». Han pasado 45 años, pero creo que es muy actual en su forma de ver los retos de la formación del periodista para un trabajo que tiene su puesto allá donde se producen los hechos sobre los que debe informar, que vive en un mundo en crisis y que tiene que tener muy clara su rectitud, su amor a la libertad y su pasión por la verdad que debe defender. Este es el texto que he seleccionado:

La formación del periodista

No basta sólo el talento y la vocación. El periodismo se diferencia de la mayoría de las otras profesiones por no tener tan sólo un lugar de trabajo (la redacción), ya que en todos los lugares donde ocurre algo que podría ser interesante y útil para los demás (el público) se encuentra el puesto de trabajo del periodista. Pero aquí no hace falta exponer las características de esta profesión ni analizar programas y esquemas de estudio ni discutir sobre las formas y niveles docentes más idóneos para completar la cultura y la formación de los que quieren dedicarse al quehacer periodístico.

Hablando de la información hay algo mucho más importante que los sistemas y las estructuras formales de unos programas docentes. Se trata de la formación de personas que tendrán en sus manos esa «arma terrible» de la que habla Gunther Erbel, capaz de cambiar los ambientes, la sociedad y el mundo. Y para que ese cambio no sea desastroso, hace falta que esa arma la tengan personas que sepan emplearla para el bien, para la paz, para la prosperidad y para la verdadera libertad de las gentes. Es necesario que sean realmente íntegras, justas, amantes de la verdad, que estén bien preparadas.

Crisis

Es obvio que vivimos en una época de paradojas y de confusión espiritual. Los individuos y las comunidades se diferencian diametralmente al enfocar los problemas más importantes de la vida y del sentido de la existencia del hombre. Chocan entre sí las ideas más opuestas que inciden sobre la vida privada, pública, íntima, moral, etc. Se lleva a cabo una lucha quizás sin precedentes para conseguir una respuesta unánime a las exigencias de la vida social y política. Aún más: esta crisis abarca todas las áreas de la existencia humana, desde las más materiales -las económicas- hasta las morales y espirituales en general.

Junto a esta confusión y el hervir ideológico -con camuflaje o sin él- parece sentirse a cada paso que todas las formas de la vida pública han envejecido y que todos los fundamentos se tambalean. Existe la sensación entre mucha gente de que el presente ya pertenece al pasado y que ha de llegar algo completamente distinto.

De la rutina a lo irrepetible

Esta sensación sólo parcialmente es una esperanza. Más bien es la rutina cotidiana de la vida que corre sin cesar y vuelve también constantemente. Las preocupaciones y las noticias diarias se remozan igualmente en las páginas abiertas de buenas intenciones, en los ensueños realizados o en las desilusiones del hombre, como en los periódicos y revistas que leemos o en los programas que vemos y oímos.

Este tipo de vida prosaica, que es de uno y que es de todos, común y vulgarizadora, toda esta historia pasajera que es siempre nueva y siempre semejante a sí misma, resume para muchos todo el destino del hombre, cuando éste carece de alturas, de perspectivas más amplias de lo que puede ofrecer el tiempo. No obstante, los acontecimientos de la realidad cotidiana, por pasajeros que sean y, a primera vista, sin significado alguno, en cualquier momento pueden convertirse en algo importante y transcendente. Esta vida pasajera, diaria, este tiempo real e irrepetible no cesa de huir de si mismo y de nosotros ¿quién sabe lo que puede ocurrir en un solo día? Quizás nada, quizás todo.

La rectitud del profesisonal

Este es el material que maneja y configura el periodista, consciente o no de que la libertad de la información tiene un doble aspecto: la libertad de recibir y emitir las ideas, las noticias y el derecho a una información veraz y completa, ya que el derecho a la información es la consecuencia necesaria de la libertad informativa. (…)

Al fin y al cabo la rectitud de la actividad informativa depende del profesional, es decir, de su formación, de su concepto de la honestidad y de su conciencia, Porque todo aquél sentimiento opaco sobre el presente, todas las dificultades de la realidad de este vida y de la concepción de sus valores y de su futuro imponen constantemente nuevas preguntas a la conciencia teórica y práctica de la persona. Según cómo son nuestras respuestas sobre el mundo actual, se pone de manifiesto -de una u otra manera- la consideración que merece nuestro presente, es decir, cómo se vive y crea en él. Hablamos en definitiva de la necesidad de una visión del mundo.

Conocer, reconocer, amar y defender la verdad

Y esta época, que no se puede comprender con una visión conjuntamente armónica, en la que esa cosmovisión se encuentra destrozada en mil pedazos en conflicto entre sí, esta época es, sin duda alguna, una época de crisis, de cambios, de decadencia, pero también es el tiempo del retorno a la verdad de siempre , a la única verdad. La relación correcta, audaz y sin treguas entre el periodista y esa verdad es el contenido de la formación esencial a la que quiero referirme. Porque en lo opinable cabe todo el pluralismo y la diversidad que se da o puede imaginarse. Pero ante la verdad (sin adjetivo alguno de artística, parcial, particular, etc.) solo cabe esta actitud: conocerla, reconocerla, amarla y defenderla.

Luka Brajnović

 

don Luka 4 octubre 1976
En la foto, de Jose Luis Zúñiga, cedida por Manuel Castells, aparece don Luka pronunciando el discurso al que pertenece este texto, el 4 de octubre de 1976.
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