Revelaré uno de los secretos mejor guardados de la multifacética vida de Luka Brajnovic. No tiene nada que ver con sus años mozos, ni con la trágica experiencia de la Guerra Mundial, ni con el ejercicio del periodismo o la docencia académica. Se trata de otra cosa muy distinta que sin duda les puede sorprender. Su pertenencia a una misteriosa, selecta y bienhumorada Sociedad más o menos surrealista con fines amicales, gastronómicos y tertulianos. ¿Su nombre? Unas siglas enigmáticas: COJUNA, que corresponden a Comité de Juergas de la Universidad de Navarra. ¿Sorprendidos? ¿Intrigados?
Imagino la sonrisa del lector de esta noticia. De don Luka se saben infinidad de andanzas, de obras buenas, de frutos de sus quehaceres profesionales, de su vida familiar, hasta de su discreto apostolado o de su brillante pluma de literato, pero probablemente usted ignoraba que era un miembros destacado de esta peña de amigos, de este ágora que deja pequeña a las reuniones del café Pombo presidido por Ramón Gómez de la Serna y a otras similares del Madrid castizo o del París bohemio.
Hablemos por lo tanto, brevemente de COJUNA, capitaneada por Esteban Morán, El Comodoro, como le llamábamos, pues antes de trabajar en Europa Press e impartir clases de Redacción, recorrió los siete mares como marino. Y también recordamos a José Antonio Vidal Quadras, posiblemente la mejor persona que he conocido tejas abajo y tejas arriba, periodista de raza, director que fue de La Actualidad Española y de otras publicaciones, como las Cartas desde Faustino. En COJUNA estábamos también Miguel Ángel Jimeno, Francisco Gómez Antón, Carlos Soria, Algún otro conspicuo maestro y yo mismo. Rosa Echeverría fue nuestra única asociada femenina, pero hubo más invitadas, como María Victoria Romero. Era casi obligado ir al mediodía a tomar el aperitivo a Manolo, el bar de Arquitectura, y allí dar cuenta de sus pescados fritos, los afamados y crujientes boquerones de Malasia, como los llamaba. Era de Andújar y también le nombramos caballero, y digo bien, porque para entrar en nuestra Sociedad Gastronómica Festiva, celebrábamos previamente una pintoresca ceremonia para hacernos caballeros. Ataviados con algunas prendas protocolarias, un collar enorme de falsa piedras y oro de bisutería, becas de Colegio Mayor, boinas rojas y bandas de seda azul, se tomaba juramento al nuevo caballero a quien se le daba un espaldarazo con una espada toledana y se le obligaba luego a invitarnos a comer.
De Luka Brajnovic puedo ponerme a narrar anécdotas y escribir un centón comparable a aquella voluminosa obra denominada nada menos que como La Biblia en Verso. Puedo rememorar sus consejos, sus historias, sus cafés humeantes, nuestros paseos, nuestras clases de temas internacionales al limón, emisiones radiofónicas, conferencias y mesas redondas sobre temas mil, sin olvidar la poesía, pero he preferido hablar de COJUNA, ese secreto tan bien guardado y tan curioso del inefable y querido amigo y colega, Luka Brajnovic.
Recuerdo a Don Luka
con mucho cariño
Siempre sentí un cariño especial hacia mi. Quizás porque era una especie de extraterrestre y un extremeño. Nunca olvidaré aquel examen en 1971 ante compiscuos periodistas llegados de Madrid, cuando uno de ellos, tras exponer el tema que yo había elegido, comentó «la gran capacidad de síntesis de este chico». Don Luka, que estaba en el tribunal, me lanzó una pícara sonrisa mientras me hacía un guiño a través de sus gafas. Luego, fuera ya del aula, se acercó a mí y me dió la enhorabuena «porque hoy de nuevo me he vuelto a examinar». Lo decía con toda la razón: el tema que expuse lo había preparado con él y sus correcciones me lo cambiaron totalmente. Ni que decir tiene que era sobre literatura iberoamericana que el dominaba como nadie. Gracias don Luka
Luis Carlos Diaz Garcia
Promoción 1971
gracias, Luis Carlos por este bonito recuerdo. Si no tienes inconveniente, lo incluiré entre los testimonios porque me parece que es uno muy entrañable.