Siempre sintió un cariño especial hacia mi. Quizás porque era una especie de extraterrestre y un extremeño. Nunca olvidaré aquel examen en 1971 ante conspicuos periodistas llegados de Madrid, cuando uno de ellos, tras exponer el tema que yo había elegido, comentó “la gran capacidad de síntesis de este chico”. Don Luka, que estaba en el tribunal, me lanzó una pícara sonrisa mientras me hacía un guiño a través de sus gafas. Luego, fuera ya del aula, se acercó a mí y me dió la enhorabuena “porque hoy de nuevo me he vuelto a examinar”. Lo decía con toda la razón: el tema que expuse lo había preparado con él y sus correcciones me lo cambiaron totalmente. Ni que decir tiene que era sobre literatura iberoamericana que el dominaba como nadie. Gracias don Luka
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