
Viene a mi memoria el año en que mi padre, don Luka, fue el encargado de impartir esa lección inaugural. Fue en el curso 76-77, cuando el rector era Francisco Ponz Piedrafitta. Habló sobre «Periodismo: entre la presunción y la esperanza.»
Hacía un año que había fallecido el fundador de la Universidad, san Josemaría Escrivá de Balaguer. Para mi padre fue un honor que le escogieran para dar el discurso inaugural en esa fecha y lo preparó a conciencia. Cuando lo tuvo escrito, recuerdo que en casa ensayaba con metódica constancia su lectura para lograr pronunciarlo bien – las dificultades del idioma que le acompañaron hasta el final de sus días -.
En un punto del discurso ponía el ejemplo de si es noticia que un perro muerda a un niño o que un niño muerda a un perro. Y tenía que decir: «…pero si un perro…» Lo cual suponía combinar la erre simple con la erre doble, lo que le resultaba prácticamente imposible. Le salía «pero si un pero» y no había forma de que dijera el nombre del animal.
Nosotros, sus hijos pequeños, le «examinábamos» y cuando estaba distraído con otras cosas, le hacíamos decir la frase de improviso. Siempre se equivocaba. Pero por ese sistema, repitiéndolo muchas veces, conseguimos que la pronunciara bien unas cuantas veces.
Luego, cuando llegó el día señalado y estábamos con nuestras mejores galas en el Aula Magna de la Universidad entre el público con mi madre, esperábamos con ansiedad el momento de la dichosa frase. Mi padre nos miró con complicidad al pronunciarla y a nosotros, por supuesto, nos dio la risa, ante el desconcierto del resto de la audiencia. Le salió mal aunque todos la entendieron.
La lección fue importante. Mi padre habló de la influencia en aquella época de los medios tradicionales de comunicación, pero también de temas tan actuales como «la marea informativa y la participación» de los ciudadanos. Se refirió a la dignidad y a la libertad de la persona y dedicó un apartado a explicar que «informar no es quedarse a mitad de camino entre la verdad y la mentira.»
Expresó su visión de lo que debía ser la formación del periodista, un profesional cuyo puesto de trabajo no se limita a las cuatro paredes de la redacción, sino que «se encuentra en cualquier lugar en el que ocurre algo que puede ser útil o interesante para los demás», por lo que los profesionales «necesitan ser realmente íntegros justos y amantes de la verdad y estar bien preparados».
Desde su experiencia personal de largos años trabajando como periodista y como comentarista de política internacional, habló de qué significa escribir para los demás. Explicó que el periodista tiene una serie de obligaciones que los demás escritores no tienen.
«Una de estas es posponer la afirmación de su personalidad a los temas sobre los que escribe. Un escritor artístico no tiene esa obligación. En todo lo que expresa, el autor está presente en todos los párrafos o en la última línea. Mediante sus pensamientos, su vocabulario, su estilo, etc. un escritor literario constantemente se comunica a sí mismo a los demás. El periodista lo hará tan sólo en cuanto no pueda evitarlo (porque es imposible que una persona se excluya de lo que expresa) o cuando su colaboración exige la firma. En la mayor parte de la labor periodística vale el refrán de que la parte del león siempre la efectúan las hormigas».
esto son solo frases sueltas que no hacen justicia al discurso completo.
Recuerdo que le aplaudieron mucho. Yo estaba muy orgullosa de él. Al terminar, en cuanto pudo reunirse con nosotros, como siempre empezó a bromear a cuenta de la frase del perro y de su traje académico que a nosotros nos divertía mucho, sobre todo el birrete, por su pompón y sus flecos y las puñetas, por su nombre.
En la foto, mi padre, el día de la inauguración del curso, con su discurso, su birrete y su traje con puñetas.