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Hoy es san Lucas. Un día señalado para nuestra familia y para todos nuestros amigos.Celebramos el santo de Luka Brajnović. Y lo celebramos siempre con alegría.Incluso ahora que no está con nosotros, aunque nos mira con su eterna sonrisa desde el cielo.

Recuerdo que un año le arruiné ese día tan especial. Yo tenía 13 años y me habían encontrado un tumor en la tibia. Me dieron a elegir varias fechas para la operación y yo escogí la primera que oí sin darme cuenta de que era el 18 de octubre, el santo de mi padre.

En lugar de las habituales celebraciones, el pobre se pasó el día entre la Universidad dando clase y la Clínica esperando los resultados de mi operación que fue algo complicada porque me tuvieron que hacer un injerto de hueso de la cadera en el lugar donde me quitaron el tumor.

Por ese motivo una operación que en un principio nos dijeron que duraría media hora se alargó cuatro horas.

Yo me desperté en el quirófano y mire al reloj. Enseguida pensé en mis padres y lo preocupados que estarían esperando tanto tiempo. Estaba asustada.

Era una adolescente muy sensible a todo lo que se refería a mi intimidad y me habían dicho que cuando uno estaba despertándose de la anestesia, en su delirio, podía llegar a decir en alto hasta los secretos mejor guardados y eso me asustaba.  No quería que nadie se enterara de mis secretos.

Cuando me subieron a la habitación en la camilla lo primero que vi en el pasillo fue a mi padre de espaldas con las manos entrelazadas, desgranando las cuentas del rosario. Entonces me sentí segura de que todo iría bien. Mi madre estaba al otro lado del pasillo también con un rosario en la mano. Los dos me esperaban rezando. Estaba en las mejores manos que podía esperar.

Como siempre, ese día vinieron muchos amigos de mi padre y alumnos a felicitarle por su santo y de paso a interesarse por mi operación. Yo recuerdo que había un ruido de muchas personas hablando que me retumbaba en la cabeza.

Hacía unos meses mi padre nos había llevado a Madrid y fuimos a ver el museo del Prado. Yo me quedé muy impresionada por toda aquella explosión de arte y en mi delirio tras la operación me veía en medio del cuadro de la gallinita ciega de Goya con las alegres figuras  dando vueltas alrededor de mi que poco a poco se iban transformando hasta convertirse en las figuras de la época negra y terminaban en Saturno devorando a su hijo. Entonces empecé a gritar: «¡No me gusta Goya, me gusta Velázquez!» Los visitantes se quedaron sorprendidos y mi padre, preocupado por lo mal que me lo estaba pasando intentaba sacarme de ese estado de semi inconsciencia.

Pasado el tiempo me dijo que en el fondo, estaba orgulloso de que tuviera un delirio tan cultural.

Fiesta

Pero eso no era lo normal en los santos de mi Padre. Lo normal era estar en casa celebrándolo. Cantábamos juntos canciones croatas y canciones españolas, todo lo que admitiera hacer varias voces. Nunca faltaba un duo de mi hermana Elica y su marido Jim Leahy que tienen unas voces privilegiadas y a mi madre le entusiasmaban. Disfrutábamos estando juntos a su alrededor. Nos transmitía su paz y su alegría.

Después de haber conocido con detalle los avatares de su vida me sigo admirando de cómo logró sacar de esas durísimas experiencias y del sufrimiento que llevaron consigo esa paz y esa alegría. Creo conocer el secreto. Está escrito en su vida de cada día, luchando contra el odio, y amando como un recién enamorado a mi madre hasta el último día y a Dios para siempre.

Olga Brajnović

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