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En el campo de refugiados de Treviso (Italia), a Luka el tiempo se le hacía eterno entre la incertidumbre por su futuro y la separación de Ana que se había quedado en Zagreb con la pequeña Elica. Y únicamente piensa en cómo hacer para reunirse con ellas.

El día 27 de mayo de 1945, a 21 días de la despedida, se pregunta en qué situación estará Ana en Zagreb y si hará tenido noticias de su suerte o por el contrario pensará que está entre los apresados o incluso muerto. De hecho Ana no sabía si Luka estaba vivo o muerto y le buscaba sin éxito entre los prisioneros que llegaban exhaustos a la ciudad andando desde la frontera de Austria y por las cárceles.

Radio Zagreb continuamente está difundiendo la entrega por parte de los aliados a las autoridades de Yugoslavia de los doctores Budak, Mandic (…) y no sé cuántos más. La entrega se produjo el 17 de mayo. Las noticias dicen que junto a ellos fueron entregados 400 más.

A Luka le preocupa cómo se tomará estas noticias su mujer en Zagreb

Quién sabe si en su imaginación ella me ve a mí y a sus hermanos entre ese grupo de anónimos entregados. Oh Dios, dale fuerza!

Mientras Ana buscaba en Zagreb a Luka entre las filas de detenidos que eran obligados a desfilar por las calles y en las cárceles de la ciudad, Luka se preguntaba si ella habría decidido huir también y escudriñaba cada camión de refugiados que llegaba al campo de Treviso en busca de su amada y de su hija. Pero Ana no podía salir de la capital ni sabía a dónde dirigirse.

Dos días más tarde Luka vuelve a escribir en su diario en medio de una gran agitación general

Escribo rodeado de gente que hace las maletas y se apresura no vaya a ser que pierdan la salida. Ayer, poco antes del mediodía recibimos la orden de «movimiento». Sin embargo solo salió un grupo de unos 300. dicen que vamos a Venecia y de ahí en barco a Ancona para seguir a  Bari y quién sabe si más al Sur. Dios quiera que este periplo haga un viraje al Este y lleguemos, no como fugitivos indeseados a un umbral ajeno, sino como viajeros esperados con gusto a la propia puerta.

Lo dice soñando con la posibilidad de que los refugiados fueran devueltos a Croacia por el sur cruzando el Adriático.

Ese día, explica, hubo tres acontecimientos que le recordaron vivamente a su casa.

…tanto que me parecía que si me daba un paseo en cinco minutos hubiera estado en mi ático en la calle Erdedijev número 2. El reverendo Vinces, sacerdote croata, al que ayudé a celebrar Misa, me regaló una bonita medalla de la Virgen de Udine. Le pedí que me diera otra para Ana y él me la dió, escogiendo una especialmente adornada. En ese momento estaba tan contento como si tan solo me separaran unos pocos pasos de ella. En mi alma veía cómo se iba a alegrar cuando le diera ese pequeño regalo.  Pero entonces, la realidad nubló mi sueño. Ensangrentó mi alma con el dolor de la más dura prueba. La duda, la tristeza y la amargura – después de una breve pausa – entraron de nuevo en mi alma.

La segunda vivencia que le recordó al hogar perdido fue la conversación con un compañero de retención que le confesó que estaba enamorado de otra refugiada y estaba pensando en pedirle matrimonio.

Pero como es indeciso en todo, también lo es para esto y por eso vino a pedirme consejo. Yo le hablé de cómo sería el hombre más feliz si tuviera a Ana conmigo, aún en las más duras circunstancias. Y así a través de lo que me dictaba la imaginación disfruté de poder hablar de lo que sentía en voz alta con alguien.

El tercer aldabonazo vino también con motivo de su conversación con otro refugiado conocido suyo que, como él, había huido  dejando a su esposa en Croacia pensando en un pronto regreso, pero veía que las posibilidades se esfumaban.

Está pensando en emigrar a América. Cuando me lo dijo me quedé mudo y se me abrieron los ojos de asombro. No quiero juzgar mal, pero da la impresión que se resigna a que el destino de su mujer quede zanjado por mucho tiempo. Que Dios me perdone, pero parece que su mayor objetivo es conservar su propia cabeza. Por lo que a mí respecta, pienso esperar, si Dios quiere y si no hay otro remedio, al resultado definitivo de la conferencia de paz. Cuando la situación esté clara sabré lo que habré de hacer. Si el asunto queda de modo que os emigrantes que no tenemos ni las manos ni la conciencia ensangrentados y siempre nos hemos comportado honradamente sin hacer o desear mal a nadie, tenemos que quedarnos en el extranjero, me escaparé de aquí. Pero antes tengo que salvar a mi querida Ana. Y luego que pase lo que sea.  Por eso lo único que deseo, que procuro y que pido a Dios es que cuanto antes me reúna con mi querida Ana. La alternativa la tengo clara: el veneno del dolor… Y la tumba.

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