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Vuelvo una vez más al relato cronológico de la historia de mi padre, Luka Brajnović, al que dejamos en junio de 1945 en el campo de refugiados de Reggio Nell Emilia, separado de mi madre, Ana Tijan, que estaba en Zagreb con la pequeña Elica. En ese momento no sabían nada el uno del otro y Luka ponía todo su dolor y su incertidumbre ante el futuro en las manos de Dios. 

El 25 de junio de 1945, Luka se despertó desasosegado, con el presentimiento de que algo le podía haber pasado a Ana y le entró el temor de que su separación pudiese llegar a ser definitiva.

Esta ruptura en la vida que comenzó con mi despedida de Ana, – dice Luka – será solo un muy doloroso recuerdo, una pesadilla larga y ardua que me cargará con el cansancio de un duro suplicio y un experimentado dolor. Pero, aún así, todo eso no será sino una débil sombra frente al brillo de felicidad que nos envolverá – si nos encontramos –  en su resplandor y belleza. Pero ¿Y si esta ruptura fuera final? Ese es un pensamiento peor que cualquier otro, porque si no hubiera esperanza en algo mejor y fe en el Señor, entonces estoy seguro de que no estaría viviendo.

Veo que mi amor se convierte en una fuente irresistible de meditación. – explica más adelante – (…) Así se expresa en mis oraciones, conversaciones, en mi estado de ánimo y en todos mis pensamientos e intenciones.

Pero no sólo tiene presente a su amada cuando está pensando o escribiendo su diario, porque dice «El espíritu está siempre despierto».

Mi actividad se desarrolla sólo para ella. Todo lo que hago por mi propio futuro, lo hago trabajando por ella y por su felicidad. (…) Y entonces, sin ninguna concesión al fatalismo, sino lleno de fe y confianza, creo que el Señor nos ha dado esta prueba para nuestro bien, nuestra paz y nuestra salvación.

Luka continuaba intentando por todos los medios buscar una forma de ponerse en contacto con Ana y averiguar en qué situación estaba, pero no encontraba mucha gente dispuesta a ayudar o bien se encontraba con quienes le explicaban las enormes dificultades que había para hacer llegar cartas a Zagreb

En esos días llegó a su campo de refugiados el sacerdote Krunoslav Draganović que tenía información sobre los emigrantes croatas en otros campos por toda Italia.  En el campo se organizó una reunión en la que varios oradores hablaron de la posible creación de una Croacia Libre promovida por el Partido Campesino Croata, basada en un proyecto anterior al fin de la guerra.  Pero a Luka todo le sonaba utópico, sobre todo cuando preguntaba por las conexiones con la gente dentro del país y no le daban respuestas satisfactorias.

Si quisiera llegar a una conclusión de sus palabras, podría llegar sólo a un resultado, y ése es que esta emigración nuestra va a durar mucho, mucho tiempo.  En eso, desde el prisma de mis esperanzas,  no quiero creer, porque confío en la vida y no quiero que la seguridad que le quise transmitir a Ana en el momento de nuestra separación se convierta en un desengaño.

Llevaba poco más de un mes fuera de Croacia y no sabía hasta qué punto iba a ser prolongada su emigración, ya que duró el resto de sus días.

 

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