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A Luka Brajnović le pidieron muchas veces que contara su historia a grupos de estudiantes en su época de profesor de la Universidad de Navarra. A él no le gustaba hacerlo. Aceptaba porque le dijeron que su experiencia podía hacer bien a los jóvenes que le escuchaban.

No buscaba de ninguna manera compasión por lo que había sufrido. Contaba los avatares de su vida como sise tratara de la historia de una tercera persona, sin entrar en los detalles que aparecen en su diario y sin rastro de cualquier tipo de resentimiento. Esto último lo conseguía porque -yo se lo oí decir- se había pasado la vida luchando positivamente contra el odio.

Su aversión a la compasión ajena la expresa con claridad en un poema de su libro «Retorno» titulado Contrapunto que reproduzco a continuación:

Contrapunto

La compasión es el amor sin entrañas,
es la voz desnuda hasta la ingenuidad y la mentira;
es como el agua que en los días lluviosos
corre por el borde de las aceras
llevando las hojas otoñales sin regar nada

 

Es inerte como un cadáver
– y los que mueren se dispersan en el olvido –
es estéril, porque sólo el dolor, el amor y la alegría
(o la ira y la pasión)
fecundan la vida

 

La mejor compasión es no decirla:
dejar que los sentimientos maduren en silencio
y que duelan como una vieja herida
mortalmente llena de paz.

 

Sé lo que me digo.
He vivido con la soledad
tan íntimamente como se convive con una mujer hermosa
sin que nadie me asista, ayude o hable
de lo bella que es la vida.
Tampoco lo necesitaba,
porque nosotros, los mediterráneos, conocemos la belleza
antes que cualquier cosa o persona.
Somos biznietos de los mares pequeños y muy azules,
nacidos entre siglos y ruinas

Luka Brajnović

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