
En el campo de refugiados de Fermo, Luka Brajnović continúa sin saber nada de su esposa y de su hija que siguen en Zagreb y se aferra a la fe convencido en que volverá a verlas. La experiencia le dice que la fe no le ha librado de terribles tragedias en el pasado, pero eso no le hace perder la confianza.
El 19 de julio de 1945 Luka encuentra un sitio, cerca del río, en el que logra aislarse por unos instantes de la masa de refugiados y allí comienza a hablar – con el pensamiento y con ayuda de su diario – con Ana
El viento mece la hierba, que a mi alrededor forma una pared que me esconde de las miradas ajenas. Escucho el quejido de los descorazonados troncos en los que me he reclinado y pienso en mi dolor…
Ahora oyes tan claramente cómo nada excepto la distancia me separa de Ti, mi amada. Pero esa única excepción es más dura que cualquier otra, porque causa el dolor que produce la ansiedad y los sueños que arden como una pira.
Yo estoy siempre junto a ti
Lo sientes?
Tu callas (…) A ti te gusta escucharme.
Si, yo te acaricio por la mañana y beso tus adormecidos párpados para sentir en la oscuridad el brillo de tus ojos del que me embebo. Después te acompaño a todas tus ocupaciones como la sombra sigue el camino del sol. Con mi beso alivio el dolor de tu rostro mientras das a nuestra pequeña el jugo de tu vida. Y cuando cae el atardecer, enlazo mis manos en torno a tu querido cuerpo y al tiempo que se levanta la oscuridad, dejo que nos confundamos con ella, contentos de que nos hemos olvidado de todo menos de nosotros. Entonces nos alcanza la noche con su paz y su silencio. Yo te acaricio al mismo tiempo que a nuestra niñita, de la que me imagino su rostro como -¿te acuerdas?- cuando la llevabas debajo del corazón. Abrazado a ti, susurro las palabras del Rosario y con una canción acompaño tu sueño y el de nuestro ser más preciado.
Hasta ahora has callado y has sonreído feliz. Ahora dices:
– ¿Cómo puedes hacer eso?
– Ya ves. Mi destino es un verdugo.
Tu me miras dolorida y yo, explicando mis palabras reanudo diciendo con el corazón:
– Que no te asuste la incoherencia de esta frase que no has entendido. Yo estoy loco de dolor. Por un momento parpadeó la realidad. La ilusión brilló, pero era más fuerte que las cosas y volvió…
– Te responderé a tu pregunta ¿me oyes?
– Toda alma en la que arde el dolor está despierta. Y en la mía -no tengo que decírtelo – abrasa un incendio que tu encendiste. Porque tu insuflaste en mis días el sentido de la vida. Tu me engendraste para el amor. Tu , doliente mía- fuiste la primera y la definitiva que me descubrió la felicidad.
Tu sólo me miras y las lágrimas resbalan por tus mejillas. No te has dado cuenta de cuán largo ha sido el silencio después de mis últimas palabras.
Permíteme, amada mía, que en silencio te siga hablando de mi dolor.
Al día siguiente, Luka continúa con sus pensamientos dialogados. Esta vez reflejan la lucha entre la esperanza de reunirse con Ana y la experiencia de las tragedias de su corta vida, con la muerte violenta de sus hermanos y la huida de Kotor que le separó bruscamente de su madre.
Tanto ansío reanudar mi vida junto a mi querida Ana y mi dulce niña que me entrego por completo al convencimiento que me demuestra lo incuestionable de esa felicidad. Pero También hay momentos en los que me quedo todo envuelto en las sombras de los más negros presagios. Entonces me retuerzo como un pobre e indefenso encadenado y clamo con angustia y dolor: «No. Ella vive. ella me esperará. Nosotros tenemos que encontrarnos».
Entonces se presenta , pálida, la Experiencia. Se ríe amargamente, llena de cinismo y dolor. Me parece como si hablara:
– ¿Acaso pudiste asumir que en la oscuridad de una noche sangrienta atravesaran la cabeza de tu hermano?
Yo callo, sintiendo el golpe, y en algún lugar en la distancia el Destino se rÍe burlón.
– ¿Acaso pudiste imaginar que sería desbaratado el mundo de sueños que había teiido en torno a la aureola de tu madre? ¿Podrías imaginar que no la vas a volver a ver que no sabrás más ni de su vida ni de su muerte?
Aprieto los labios para callar y la brisa me trae la carcajada del Destino
-¿Acaso pudiste prever – levanta la voz la Experiencia – que un santo, ejemplar sacerdote de Dios, un hombre lleno de impecables ideales, colgara del cadalso como un criminal solo porque amaba a Dios y a Croacia?
Quisiera gritar, pero no puedo.
El destino me abraza con sus garras heladas mientras su risa es ya como un aullido.
– ¿Acaso pudiste asumir…
– ¡Basta! No hables más.
Vuelve a mi la esperanza, porque la angustia me llevaría al atajo de los suicidas.
– Yo creo en la ayuda de la Virgen. Porque le rezo para bien. Esa es la fuente de mi esperanza de mi Fe…
– ¿Acaso no pensabas lo mismo en los otros peligros? – oigo la suave e irónica voz de la Experiencia.
– No. rezaba desconsolado, pero mi oración estaba lejos del conocimiento de las tragedias que vendrían. Y si tuviera que asumir ahora lo peor ¿Acaso tendría algún sentido mi vida?
No me preguntes más. Yo se, estoy seguro, de que la Virgen de Fátima escuchará mis oraciones. La fe es más fuerte que cualquier Experiencia. Más fuerte que cualquier Destino. Me reuniré con mi amada y nuestra querida niña. Dios lo hará.
En la imagen Ana Tijan, sola en Zagreb.