
Otra vez un aniversario. Y éste, el primer aniversario de una vida pequeña, inocente que ni siquiera conozco…
Así empieza la entrada del diario de Luka Brajnović del 15 de diciembre de 1945, el primer cumpleaños de su hija Elica, a la que no había vuelto a ver desde que tenía cuatro meses y de cuya suerte no sabía nada. Elica había nacido en unas circunstancias trágicas porque dos días antes mataron a un hermano de Luka cerca de Zagreb de un tiro en la cabeza. Luka estaba muy unido a su hermano y sufrió un duro golpe. Con el nacimiento de su hija se unieron un profundo dolor y una inmensa alegría como he relatado en entradas anteriores.
En el campo de refugiados de Fermo, solo, Luka grita en el papel de su diario:
«¡Soy padre, padre, padre!»
y lo hace «con el corazón pisoteado y el alma dolorida»
porque no tiene un niño al que abrazar y ni siquiera sabe si su hija está viva.
Y se queja de la situación en la que se encuentra en la que los negociadores de la paz no están en disposición de garantizar en nombre de la libertad y de los derechos humanos a las personas como él el derecho a la familia ya que le niegan el derecho a la patria. (Por aquél entonces tenía como única identificación un carnet con su descripción física y la calificación de «apátrida».
Quién sabe si esa, por así decirlo, desconocida hija mía siquiera vive y si vive cómo vive sin padre junto a la dolorida madre que tiene que abrirse paso por la vida sin nada ni nadie, incluso sin amor, solo con esperanza, solo con esperanza en el alma.
Se, Ana, que hoy abrazarás a nuestra pequeña y dulce Elica con más dulzura y más calor que otros días,; que le susurrarás palabras sobre su desafortunado padre que está agonizando de dolor en un lugar extraño y sobre la nuestra felicidad pasada. Quizá ella me llamará sin saber lo que dice, lo que pide y lo que llama. Y tú, amada mía, quizá sufras hoy más que nunca hasta ahora. Quizá el dolor ha secado las lágrimas de tus ojos, pero estáte segura de que tu marido ha llorado. Si. Ha llorado y llora como un niño porque hay demasiado dolor apretado en su corazón.
A continuación, Luka dedica un poema a su pequeña que en croata guarda una rima y traducido libremente al castellano viene a decir lo que sigue:
A mi hija en lugar de una flor
con motivo de su cumpleaños:
Aún no habías nacido, hija mía, cuando yo ya te llevaba en el corazón.
Con el amor de tu madre soñaba en ti y rogaba a Dios por ti
Y cuando por primera vez, niñita mía, te estreché en mi pecho,
lleno de dolor,
mi mirada descansó, bañada en lágrimas, en el rostro de una mujer
alrededor de cuya cabeza brillaba una aureola.
Nuestro amor te engendró en la sombra del dolor que fue derrotado por el gozo
Aunque estuvimos en su crucifixión
Cada vez que la vida nos lanzaba una sonrisa
la muerte aparecía también en su concepción.
El único consuelo, con un amor indescriptiblemente bello,
fuiste tu, mi hijita.
Ahora me encuentro abandonado, lejos,
como el mendigo de la esquina,
como el mutilado herido después de la batalla,
solo en el campo de la muerte,
expuesto a los depredadores y a las burlas.
En ti late el corazón de tu padre…
Mi querida y desconocida hija
No vas a saber cuánto te quiero
Pero las lágrimas de tu madre
recordarán este amor triste
En la foto, el carnet de refugiado de la Cruz Roja Internacional en el que se calificaba a Luka como «Apátrida»