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O ellas pasan aquí o yo paso al otro lado. Para mí no hay otras opciones.

Así de claro se lo planteó Luka Brajnović en Roma al intermediario que le estaba ayudando a ponerse en contacto con su esposa Ana Tijan, que se encontraba tras las fronteras de la nueva Yugoslavia sin poder salir.

Era mediados de marzo de 1946, Luka había conseguido salir del campo de refugiados de Fermo temporalmente y trasladarse a la Ciudad Eterna para ponerse en contacto directo con Leo Kosut que iba a ir personalmente a Trieste el 19 de marzo.  Tenía la esperanza de que su amigo pudiera hacer algo más que llevar hasta allá una carta y un paquete que él había preparado.

Una vez en Roma se enteró que a través de Acción Católica le posibilitaban un permiso de residencia en España con una beca de estudiante o un permiso de residencia en América. De América no quería ni oír hablar, por lo que suponía de alejarse de Ana .Y de España, entonces aislada internacionalmente, tampoco.

¿Justo ahora que he empezado a tener al menos algún tipo de contacto con mi querida Ana, cuando tengo la esperanza de obtener de ella de cuando en cuando algunas letras, justo ahora salir de esta tierra vecina? Yo no he venido para irme más lejos, sino para volver. Ni nuevos mundos, ni promesas, ni ilusiones de un futuro mejor me emocionan. Mi futuro es mi familia. Mi querida Ana y Elica. Otros ni los necesito ni los deseo. Y de esta situación me puede salvar solo Dios.

Sus amigos le decían que desde otro país podría conseguir más fácilmente un pasaporte para Ana y la niña, pero Luka no lo creía.

Ir a España significa cerrar por completo las puertas al resto del mundo, o al menos a esa parte del mundo en la que se encuentra mi patria y mi querida Ana.

La promesa de tener más medios con los que subsistir tampoco le seduce:

Ana, tu eres mi mayor valor, todo lo mío.

El 18 de marzo se encontró con Kosut y hablaron de las posibilidades del paso de la frontera de Ana:

poco a poco me entra el convencimiento de la imposibilidad, porque ese paso, parece, sólo se puede hacer realidad por medio de una huida. Tiemblo por su vida, temo al odio y solo deseo una cosa, sentir sea donde sea, el amor de mi querida Ana a la que llevo siempre en mi corazón y mi alma. Pero hay que llevar la propia cruz hasta el Gólgota. Hasta la muerte.

Al día siguiente quedó con su amigo para darle la carta y el paquete que había preparado para Ana con el fin de que se lo llevara a Trieste y desde ahí lo enviaran a Zagreb. Entonces supo por qué Kosut se había mostrado nervioso e inquisitivo con él.

Él envió mi carta del 22 de febrero a Ana por correo postal. Me dice que la leyó y que no encontró en ella nada que le pudiera perjudicar a Ana y por eso la mandó por correo ordinario. Todo el día estoy deprimido y cuando pienso en ello me asalta tal desesperanza que me resulta difícil mantenerme tranquilo. ¿Cómo ha podido hacer una cosa tan imprudente? Ahora tendré que fingir delante de todos presencia de ánimo, cuando lo que más me gustaría sería encerrarme en algún lugar y sollozar como delante de un túmulo. ¿Qué será de mi si por culpa de eso le cogen a mi querida Ana?

Su temor no era injustificado. En una ocasión, una de las cartas de Luka fue interceptada por la UDBA (Policía Secreta de Yugoslavia) y Ana Tuvo que ir a prisión.  Había que actuar con la máxima precaución.

Y así, Luka se volvió a Fermo, el 20 de marzo, sin noticias de Ana, desolado, a enfrentarse con más problemas, porque había gente en el campo de refugiados que pretendía censurar el periódico y el semanario que editaba allí para los internos. Pero eso será objeto de otra entrada.

Pienso en ti – escribe a su regreso a Fermo dirigiéndose a Ana – a quien esperaba que hoy estaría abrazando. Estoy triste y tengo miedo. Tengo miedo por ti, por nuestra felicidad, por nuestra niña, por mí. La gente dice: ¡habrá guerra! (eran los tiempos de las fuertes tensiones entre Rusia y el resto de los aliados) Oh! terrible palabra de desgracia y miseria. que Dios se apiade de nosotros, que nos defienda en la prueba y nos devuelva la felicidad para que podamos llevar más fácilmente nuestra pesada cruz.

 

 

 

 

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