Sospechan despojados de la soledad herida
que en cualquier momento
puede derrumbarse el escenario
que han construido
para sus nuevas andanzas por las ilusiones.
Si, por lo menos, alguien tuviera la valentía
de encender una hoguera en el fondo de esa noche,
provocaría los remordimientos de las leyes
y dejaría vagar por las calles y caminos
a todos los que llevan consigo el ayer oculto,
borrado en sus mañanas.
Nos acusan – me dicen – por lo que no hemos dado
sin ver lo que han recibido.
Un poco más y nos helaremos totalmente
lanzados a los paisajes siempre distintos,
llenos, por todos lados, de espacios infinitos,
mientras nuestros perseguidores
entrarán en el baile con la vida
y con la tristeza,
amiga de la muerte.
Pero antes de empezar un nuevo vagar,
todavía andaremos por el suelo seco y agrietado
en espera de encontrar algo de sombra
y un manantial claro y fresco
en el último momento.