Estoy atrapado en mi celda
de realidades cotidianas
y – apretado – miro el cielo
por una ranura abierta con las llagas
de los que sufren desamores
allí fuera.
Pero también escucho los cánticos
que llegan hasta el patio
de mi corazón, amada mía.
Y mi mente crea un amplio mundo
de gran belleza
que, a veces, se esconde
y, a veces, crece tocando las estrellas.
A mi alrededor todo está repartido,
pero yo me siento libre con mi pobreza.
La guardo como un suntuoso tesoro
(por ello me persiguen)
aunque mi castillo es frágil
como la más ilusoria de las ilusiones.
Los que me quieren despojar de ella
vivirán la derrota y la vergüenza,
acosados por sus propios herederos.
Quisiera salir de mi celda,
romper el viento corriendo sin respiro
hacia los espacios soleados
y profundos como el universo
para repartir voluntariamente mi tesoro.
Tantas primaveras pasan por encima
de mi cuerpo que me quiere ver prisionero,
pero yo escucho la poesía
de la esperanza
que repite todo mi pensar y todo mi sentir,
aunque quedo encogido
y apretado
en mi cuerpo.