fbpx
Me parecía inmenso
en las noches de mis primeras utopías,
cuando el otoño tardío
cargaba los molinos aceituneros
de oro, sudor y cantilenas.

El olivar bajaba
gris, silencioso y humilde
a la ribera,
tieso entre la tempestad y el rocío,
mientras las primeras escarchas
calaban las praderas.

Sólo la luna
conocía su inocencia y su gloria
susurradas en el claustro del Mediterráneo,
cuando la desalentada luz
redimía en la oscuridad
sus formas lánguidas,
torpes
y difusas.

Lo visitaba pocas veces,
pero estaba unido a sus encorvadas ramas
como por la sangre.

Ahora ya no existe.
Lo cortaron a hachazos
sin que su muerte dejara caer
ni una gota de savia.
El desastre lo lloraron
los cipreses,
las higueras
y los limoneros.

Sus tallos y troncos
-cuando lo vi por última vez-
yacían en la maleza
como los héroes traicionados
y asesinados en una emboscada.

Luka Brajnović

Ex Ponto

A %d blogueros les gusta esto: