callan
para no contar sus biografías
inoportunas en estos tiempos.
Su memoria se hunde
en el silencio muerto
de una urbe destruida
en la orilla de la mar,
donde ya desaparecieron los siglos
de todo lo que había sido
bello y perenne
Me río de mi mismo:
soy como un nuevo Orfeo
que busca entre las ruinas
a su Eurídice raptada
por los salvajes de un Aristeo
enmascarado
que amansaba las flores
en las fachadas soleadas
con las manos sangrientas.
La muerte está sentada
en el umbral de mis esperanzas
apagadas.
Y al salir de mi escondrijo
me coge la mano
y la humedece
con lágrimas frías y amargas
Luego sale el sol
entre las ramas de un laurel viejo
en cuyas raíces
quedó grabada
mi primera herida obnubilada
de amar
aquella tierra
y aquella mar.