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El 26 de octubre, celebramos en mi familia el aniversario del reencuentro de mis padres, Luka Brajnovic con su esposa Ana Tijan y su hija Elica después de doce años sin verse. Es el inicio de una nueva etapa en la vida de la familia en la que al vacío y el sufrimiento de la separación le sustituyó la felicidad y la plenitud de la vida juntos.

Y a partir de ahí empezamos a llegar los «pequeños» Brajnović: cuatro más. Elica, que había pasado toda su vida sin su padre,pudo disfrutar de él en exclusiva durante un año, hasta que llegó Antonio, y a partir de ahí tuvo que compartir su cariño y no sólo eso, sino ayudar a mi madre en el cuidado de los bebés que íbamos viniendo.

Ella esla que mejor puede hablar de este reencuentro y he publicado en esta web dos textos suyos que merece la pena releer, sobre sus recuerdos de esta reunión que marcó su vida: Uno en 1916 y otro en 1919

A luka y Ana les costó lo indecible llegar a reunirse. Tuvieron que superar enormes dificultades y una feroz oposición de la policía secreta de Yugoslavia. Cuando a todos les daban visados con toda facilidad, a mi madre se lo negaban en gran medida por su resistencia a la persecución religiosa sistemática en el régimen yugoslavo. También porque era esposa de mi padre, era un conocido pensador cristiano establecido en el extranjero, a pesar de que jamás se había metido en política y siempre había estado dedicado a la cultura y había abogado por la paz.

El encuentro fue en la estación de Múnich. Ana y Elica llegaron en el Orient Express y Luka les estaba esperando con un ramo de doce rosas rojas: una por cada año de separación. Elica conoció ese día a su padre. Cada uno lo cuenta desde su punto de vista en sus diarios y yo lo he relatado uniendo los dos textos en mi libro Una Odisea de Amor y Guerra.

Mis padres se querían tanto y habían estado tan unidos durante los años de separación, que al reunirse pudieron volver a la vida en común como si nada hubiera pasado. Los dos lo atribuyen a que cuando se separaron se cambiaron los rosarios y quedaron en rezarlo cada día el uno por el otro. Incluso a partir de un momento, lo hacían a la misma hora, de forma que sabían que estaban unidos todos los días a través de esa oración.

La fecha del reencuentro es un aniversario crucial para nuestra familia. Sin ella nosotros no estaríamos aquí, no existiríamos. No hubiéramos sido testigos del amor de mis padres que fue como si fueran novios hasta el final de sus días, lleno de detalles continuos. A veces, cuando mi padre ya no se podía mover, solía llamar a mi madre si no estaba en la habitación y cuando llegaba y ella le preguntaba ¿qué quieres? él simplemente le decía:

-verte.

Con eso lo tenía todo.

Ahora que los dos nos han dejado,ya no hay más separación para ellos. Están juntos para siempre.

Olga Brajnović
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