Luka Brajnović respondió a la pregunta de por qué algunos libros perduran como obras de arte a lo largo de los siglos y otros no en la introducción a su libro «Grandes Figuras de la Literatura Universal.» El secreto está, dice, en poseer la verdad artística, que no es una verdad científica pero tiene sus propias reglas. Le cito a continuación:
Una creación artística (literaria) debe tener su verdad del mismo signo, eso es, artística. Y ¿qué es la verdad artística? no se trata, por supuesto, de un conocimiento lógico, que consiste en la evidencia explicada por la seguridad de juicio o por la comprobada identificación de una existencia o una evidencia real y concreta.
La verdad artística puede ser una falsedad desde el punto de vista objetivo («El pequeño príncipe» de Antoine de Saint Exupéry), algo inexistente, falto de cualquier conocimiento lógico o de cualquier evidencia comprobable y demostrable.
Lo que es necesario, importante e imprescindible es que en su contexto tenga lógica interior, que tenga su propia evidencia como expresión artística, que tenga su razón de ser y su vivencia literaria, todo esto recibido del impulso del acto creador, que constituye el núcleo vital de la forma interior de una obra, extraída de cualquier tipo de experiencia del autor y realizada con una determinada técnica o con un determinado juego intelectual.
La verdad artística abarca, entre otras cosas, al tiempo como tal tiempo, al mundo como tal mundo, la conciencia, la mente, la memoria y la oscuridad del olvido, la fantasía y todas las facultades humanas. Supera épocas, vidas triviales, rutinas de supervivencias, sentimentalismos y circunstancias concretas, haciéndose así siempre contemporánea e intemporal.
Lo necesario es que esta verdad artística sea tan sugestiva y concreta en su núcleo creador como si se tratara de una verdad evidente.
El ser humano y los temas permanentes
Por ello, toda Literatura, digna de este nombre, habla de una u otra manera de lo que podemos llamar «temas grandes» o «temas permanentes» -desde la literatura mitológica hasta la literatura abstracta- inspirada siempre en la misma fuente: el hombre relacionado con su destino, con los demás y con la eternidad.
Esto no quiere decir que el hombre tenga que ser el protagonista puesto físicamente en el escenario. Los personajes concretos pueden ser otros seres (como en la fábula). Pero siempre el hombre -como autor, como protagonista o como receptor- es el centro, es el tema literario.
Si no fuera así, una fábula sería más bien un escrito de zoología; una novela, un tratado de filosofía, psicología, teología, etc.; y un poema -empleando una metáfora de mi «Retorno»(*)- un hospital del vocablo.
Y precisamente porque el hombre relacionado con su destino es el centro de la creación literaria, es natural que siempre surjan nuevos temas o nuevas facetas de los mismos y conocidos «argumentos» sin que se caiga -tratándose de buena literatura- en la repetición.
(*)Retorno es un libro de poemas en castellano editado en 1972 que está agotado, pero todos sus poemas están incluidos en la Antología poética «Desde la Rebeldía» (Ediciones Eunate 2019) disponible actualmente en librerías.