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Luka Brajnović tuvo que pasar muchas Navidades alejado de su familia, como les sucederá este año a tantos a causa de las medidas restrictivas del Coronavirus. Pero él no tenía el consuelo de la compañía de su mujer y su hija. Precisamente sufría porque estaba separado de ellas a causa de la Segunda Guerra Mundial y las persecuciones que siguieron. Él acababa de instalarse en Madrid y acusaba la soledad. Ella estaba en Yugoslavia sufriendo persecución religiosa.

El año 1949, cuando llevaba cuatro años sin verlas, escribía en su diario lo difíciles que se le hacían sus solitarias Navidades recordando las alegres fiestas que había pasado con Ana su mujer en Zagreb y las del año terrible en que vivió entre la inmensa alegría del nacimiento de su hija Elica y el terrible dolor del asesinato de su hermano Tripo, al que enterró un día antes de convertirse en padre. Copio de su diario:

He vuelto de la Misa de Gallo llevando en mi corazón la impresión de aquellas nochebuenas de Kotor y de las Misas de mediodía de Zagreb cuando, en una ocasión estuve lleno de felicidad, alegría y entusiasmo y al año siguiente… no puedo describir qué sentimiento tenía: el de un padre feliz y al mismo tiempo un desgraciado hermano.

He vuelto con un infinito sufrimiento en el corazón, incapaz de implorar al poder del pobre Niño al que la Virgen ha traído al mundo en Belén, para que salve a la humanidad en la cruz.

¿Es que el dolor puede a la fe?: No, no y no. Pero el sufrimiento es gigantesco, la pena demasiado larga, los días llenos de recuerdos y la soledad sorda y pesada.

¿Habrá habido Misa de Gallo allí donde está Ana? Quizá si, pero lo más seguro es que no. Sin embargo, estoy seguro que en estas horas, más que nunca hemos pensado el uno en el otro. Esos pensamientos se convierten en oración, en anhelo y en un encuentro de corazones, lo cual es tan paradójicamente penoso en este día de alegría.

En ese momento se puso a escribir una carta a Ana en la que expresa su confianza en Dios Niño:

Que Él, Todopoderoso, haga que la carta llegue a ella y la encuentre sana y feliz, de manera que todas estas dificultades se alivien, a pesar del gran dolor de la separación, diluidas en la inmensa confianza en la ayuda de Dios y en el constante anhelo del nuestro amor.

 

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