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Hace ya veinte años que se apagó para siempre la mirada azul de Luka Brajnović en esta tierra.  Era el 8 de febrero de 2001. Y parece que fue ayer.

Sucedió de madrugada. Una mañana negra y fría antes del alba. Allí estábamos todos a su alrededor.

Él que tanto había temido morir solo y alejado de su esposa y su familia en los años de su azarosa vida de prisionero, perseguido, refugiado y exiliado, había logrado llegar al final de su carrera arropado por el amor de todos los suyos.

Mis hermanas Ljerka y Elica se habían quedado cuidándole esa noche y yo fui a procurar que mi madre descansara un poco en casa. Estábamos durmiendo cuando llegó la llamada que nunca hubiéramos querido recibir. Desperté a mi madre y la llevé a la clínica. Allí estaba también Eduardo Terrasa, que había sido alumno y ahora le atendía como sacerdote.

Mamá cogió la mano de papá que le miraba fijamente mientras nosotras rezábamos avemarías en croata. Con el sonido de las avemarías y la imagen de la mujer que tanto amó se despidió de este mundo que tantos sufrimientos y tantas alegrías le había dado.

Él, que había mirado a la muerte de frente sin parpadear en su juventud, llegó a ella con la misma tranquilidad en su ancianidad porque tenía la conciencia limpia.

Se fue como había vivido: en silencio, amando, con una gran paz que nos transmitió a todos. Tengo clavada en la mente esa última mirada dulce prendida en mi madre y ese último suspiro suyo al que siguió nuestro silencio aturdido. No podíamos emitir los sonidos de las dulces palabras de la oración mariana desde nuestras gargantas que sólo querían llorar a nuestro querido padre muerto.

Dolor, un dolor inmenso y paz, una paz que lo inundaba todo. Así fue para nosotros ese momento tan crucial y tan íntimo en nuestras vidas.

Luego empezaron a llegar amigos, colegas, alumnos, gente de todo tipo que le quería. Lo agradecimos mucho.

En 2019 celebramos su centenario y quedó claro que su memoria sigue viva en muchos alumnos. Algunos me han escrito diciendo que le consideran un santo y le rezan para pedirle cosas que les concede.  

 

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