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Luka Brajnović nació en Kotor el 13 de enero de 1919 en una familia numerosa de larga tradición marinera. Era el tercero de siete hermanos. Y pronto destacó por sus aptitudes literarias. Sin embargo cuando cumplió 17 años dudaba entre ir a la Universidad o dedicarse a la mar como sus antepasados y un buen día anunció que quería ingresar en la escuela naval. Su padre le animó a hacer antes un crucero trabajando en el barco de un tío suyo capitán de navío que llevaba a unos turistas alemanes por el Mediterráneo oriental. Su tío le puso a las órdenes de un viejo contramaestre y él se ganó la vida fregando la cubierta y haciendo otros servicios a bordo.

Inició así sus aventuras juveniles por el Mediterráneo. En Estambul contactaron con tres desertores del Ejército Italiano de Mussolini que huían de la campaña de Abisinia y les pidieron que les colaran como polizones en el barco. Los polizones fueron descubiertos y el capitán dijo que los entregaría a las autoridades italianas en el siguiente puerto. Luka ideó un audaz plan para distraer la atención de la tripulación y facilitar la huída de los desertores, pero no hizo falta ponerlo en práctica. Su tío el capitán se «olvidó» de entregar a los polizones y en cambio se acordó de desembarcarlos en un puerto donde no estaban los italianos para que quedaran libres.

Pocos años más tarde, las tropas italianas de Mussolini invadieron Kotor, en pleno fragor de la Segunda Guerra Mundial, e hicieron una redada durante la que aprisionaron tanto a Luka como a su tío el capitán. Sin darle motivo alguno por su detención ni presentarle ante juez alguno, le trasladaron preso a un barco de guerra convertido en prisión, que había anclado en la bahía y que iba a trasladar a los detenidos a Italia. Una noche lluviosa se escapó descolgándose por la cadena del ancla y huyendo a nado. Ya no pudo regresar a su querida ciudad natal ni ver su hermosa bahía hasta 1989.Sus compañeros de prisión acabaron en campos de concentración en Italia y muchos murieron allí.

Luka se fue a vivir a Zagreb, donde estudiaba Derecho y trabajaba en el periódico Hrvatska Straža. En la capital croata conoció a Ana Tijan, una joven estudiante de Filología Eslavística procedente de Senj, una localidad del la costa norte de Croacia.

Realmente no se que me está pasando -anota en su diario el 21 de febrero de 1943 – pero siento que sin ella me resulta difícil soportar los ratos libres.

Luka asegura que cuando se fijó en ella le pareció una meta inalcanzable. Ella tenía la posibilidad de relacionarse con muchos otros que Luka consideraba más atractivos que él.  Pero Ana estaba buscando un hombre bueno en el que poder confiar.

Empecé a intuir -dice Ana en sus memorias – que todo ese ideal que llevaba dentro de mi y que podía encontrar en un hombre lo podía encontrar en Luka. La razón y el corazón encontraron por fin su equilibrio y me enamoré profundamente de él sin ninguna duda de equivocarme

A Luka le bastó un encuentro para enamorarse y escribe que después de todo lo que había tenido que sufrir en los meses anteriores ella había llegado como una bocanada de felicidad.

Casi no hay un día que no estemos juntos. – anota Luka en su diario – Cuando estoy con ella siento alivio de todos los agobios que me asedian y me tensan. (…) ella entró en mi vida en el momento adecuado. Su evidente sinceridad, sus ojos alegres, su ingenio y mi amor disiparon todas las dudas. Así es como comenzó todo. Así es como viene durando siete meses y siento en mi que así durará para siempre porque a ella me une una relación espiritual, una entera complementariedad espiritual.

Pero poco después de esa anotación, a mediados de marzo, sucedió algo que estuvo a punto de cambiar sus vidas. Luka tuvo que emprender un viaje por motivos profesionales de Zagreb a Ogulin en tren. Él iba preocupado porque los viajes resultaban peligrosos por los continuos ataques de las guerrillas pero Ana le tranquilizaba diciendo que todo iría bien.

Pero la intuición de Luka fue más certera que el optimismo de Ana. Los partisanos pusieron una bomba en la vía y el tren descarriló . Se produjo un intenso tiroteo y los guerrilleros que habían colocado la bomba bajaron a tomar como prisioneros a los pasajeros que habían sobrevivido, entre ellos Luka. Lo cuenta con todo detalle en su diario.

Explica cómo de repente se oyó un estruendo y el sonido de los hierros chirriando. el tren estaba descarrilando. luego un silencio y después los disparos que atravesaban la estructura de madera de los vagones como si fuera de papel. todos se echaron al suelo unos encima de otros para intentar evitar las balas. Los guerrilleros bajaron y ordenaron a todos abandonar el tren. Luka salió y se refugió en una zanja junto al convoy. Pero le obligaron a salir de su escondite y correr monte arriba hacia el lugar desde donde estaban disparando los guerrilleros comunistas.

El cañón de un fusil apunta directamente a mi cabeza.

-“Huye” me grita el de la ventanilla. Yo me levanto dominado por una extraña sensación de indiferencia. ¿Acaso puedo esperar algo peor que la muerte? Matarán mi cuerpo, pero tengo la seguridad de que no matarán mi alma. (…) Salgo, más bien corro, tras los otros. Tengo la sensación de que avanzo cruzando una lluvia de proyectiles, pero no siento miedo a su poder letal. A mi alrededor caen y yo estoy seguro de que a mí también me espera el “destino” de caer. En mi alma hay paz. La eternidad está tan cerca…

El relato continúa explicando la dureza de la situación, su intento fallido de escapar, y los sentimientos que le provoca la  proximidad de la muerte en los que destaca la ausencia de miedo y una gran fe que le hace pensar con esperanza en que está cerca de su fin: la eternidad.

 

Después del asalto al tren, los prisioneros fueron obligados a una agotadora marcha por el bosque hasta que llegaron al llamado cuartel general de la guerrilla en Croacia donde a Luka le pidieron que se quedara con ellos a trabajar en la Agiprop (Agitación y Propaganda. Él se negó por cuestiones de conciencia

 

Entonces te fusilaremos.

Sin mediar un instante, Luka fue conducido a un patio donde había otros prisioneros cavándose su propia tumba y se unió a ellos como el último de la línea de ejecución. Ya estaban todos atados, Luka se había preparado para una muerte segura y se estaba formando el pelotón delante de los condenados, cuando salió del caserón que servía de cuartel a los guerrilleros uno que dijo:

Al camarada periodista, fuera!

Un guardia se acercó, lo desató y se lo llevó. Pronto Luka oyó un estallido y vio que sus compañeros de fila habían sido fusilados. estaban todos muertos.

Muchas décadas más tarde, en 1997, cuando estaba ya muy enfermo, Luka fue a Zagreb a recibir un premio y dar una conferencia en la Universidad que había sido su Alma Mater. Estando allí su situación de salud empeoró y casi no pudo salir del hotel a donde iban a visitarle familiares y amigos. Un día se presentó un anciano desconocido. Dijo que él fue aquél guerrillero que le sacó de la fila de fusilamiento en el último momento. Los dos se abrazaron. Luka había rezado por él toda su vida y siguió haciéndolo hasta su muerte.

 

Perdonar siempre

En medio de la situación que estaba viviendo, Luka se propone perdonar.

El pensamiento de la muerte surge natural e incluso como una tabla de salvación -escribe-. Aquí, en un lugar desierto y desconocido, enterrarán cuerpos que fueron amados, pero las almas no se entierran, ni aquí, ni en ninguna parte. Si me matan, quizá lo hagan con la mejor de las intenciones, pensando que hacen un acto de justicia. Pero ¿sería eso realmente justicia?. ¿A quién he hecho mal? ¿A quién he deseado mal?. Sin embargo, rechazo estos pensamientos para que no me desanimen y me acobarden. Perdonar. Perdonar a todos. También a aquellos que cometen la injusticia  y a aquellos que con la injusticia han provocado este caos.

 

Después de librarse por segundos del fusilamiento, Luka fue trasladado a otro cuartel general de la guerrilla donde volverían a presionarle para que se uniera a la agitación y la propaganda comunistas bajo la amenaza de una ejecución.  De nuevo se vio obligado a hacer largas caminatas por las montañas sin apenas comida ni agua. El camino les llevó a los lagos de Plitvice, hoy Parque Natural declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En la fotografía aparece una de sus cascadas congelada en invierno. Cuando Luka pasó por ahí estaba todo nevado y helado. En ese lugar comenzó a reflexionar en el contraste entre la belleza del entorno y el sufrimiento que le rodeaba: desplazados de las aldeas cercanas muertos de hambre y frío en las cunetas de los caminos, agotamiento, incertidumbre… Allí  anota :

Me parece que vuelven a mí las ganas de vivir.

Cuestión de conciencia

Una vez en el llamado Cuartel General de Croacia de la guerrilla, a Luka le propusieron formalmente que trabajar para ellos en la Agiprop (Agitación y Propaganda). Querían que llevase un programa de radio y publicara unos boletines propagandísticos. El se negaba apelando a su conciencia a la que no quería traicionar trabajando para unos ideales contrarios a sus más profundas creencias. Durante ocho días le sometieron a intensos interrogatorios que en ocasiones terminaban en tortura. Al cabo de ese tiempo, en vista de que Luka no cambiaba de opinión decidieron enviarle a un campo de concentración.

En un remoto lugar de la montaña de la fotografía estaba el campo de Kamensko, donde estuvo internado Luka, que era en realidad un almacén de personas. Una barraca de madera alejada unos 200 metros de un complejo de barracones donde estaba lo que los guerrilleros llamaban en Tribunal Superior de Croacia, en la que había tantos prisioneros tumbados sobre unas tablas que ni siquiera podían estar echados de espaldas sino que tenían que yacer de costado.

Los guardias no les permitían hablar excepto una hora al día y entonces lo hacían en clave. Luka recoge en sus anotaciones una de esas conversaciones. La comida era una sopa de agua con maíz y un pan de mazorca de maíz. Los prisioneros estaban famélicos y las enfermedades infecciosas se propagaban rápidamente. No tenían permitido salir de la barraca excepto cuando eran conducidos a un interrogatorio a la sede del «Tribunal» cosa que acababa siendo un alivio para el convocado, que podía al menos respirar algo de aire fresco.

La Semana Santa de 1943 le sorprendió a Luka Brajnović internado en el campo de prisioneros de Kamensko, viviendo en unas condiciones infrahumanas, pero no por ello dejó de recordar qué fechas estaba viviendo y trató de celebrarlas a pesar de todo. No lo tuvo fácil. Aún así fue una Semana Santa intensa para él.

Semana Santa Cautiva

Ya había relatado en su diario que la dieta de los prisioneros consistía en una sopa de harina de maíz con un poco de pan de corteza una vez al día, con la que pasaban un hambre terrible. Pues bien, el Viernes Santo, día de ayuno y abstinencia para los católicos, Luka pensaba que no iba a tener ningún problema para cumplir con el precepto. Eso hasta que entró en la barraca el caldero de la comida, miró en su interior y vio con sorpresa un guiso de patatas y longanizas.

Yo no las quise comer y, conmigo, algunos otros.Varios comieron como con disgusto. Por la tarde de ese mismo día, vino el presidente del “Tribunal”, Malcik (ese era su seudónimo), para disculparse por esa carne.

– “No teníamos ni la más mínima intención – dijo muy seriamente – de herir vuestros sentimientos religiosos, Pero esto es lo que teníamos y otra cosa no podíamos daros”

Al día siguiente volvió la sopa de harina de maíz y ya no hubo carne ningún día mas. El Domingo de Resurrección los prisioneros contestaron poniéndose a cantar de madrugada a pleno pulmón el Regina Coeli en croata, muy popular allí.

Pero ese domingo de Pascua fue especialmente duro para Luka por un episodio que no menciona en sus memorias pero sí aparece en su diario.

La Pascua amanece triste, igual de triste que cada uno de mis días. Mis instantes estaban llenos de mis pensamientos en Ana y de mis oraciones dirigidas a la Virgen de Fátima que tantas veces me ha salvado de desgracias tanto anímicas como físicas… Siento un horrible dolor en las piernas, la cabeza me arde de fiebre y ya estoy seguro de que tengo tifus. Porque cuanto más nos limpiamos de piojos, más nos atacan.

Su situación no hizo sino empeorar durante ese día y los siguientes pero eso no le distrajo, sino que le centró aún más en la fiesta que estaba celebrando: una Pascua muy especial.

Este estado en el que me encuentro, no me impide pensar en el gran día que está clareando. Hago un esfuerzo por escuchar buscando el sonido de campanas de Pascua, pero sólo oigo el rumor de motores, porque los aviones vuelan constantemente en algún lugar cerca de nosotros sembrando la destrucción y la muerte.

En realidad cuando uno está tan cerca de la muerte, siente más cerca la Resurrección y reconoce la grandeza de la redención. Nunca en mi vida he meditado de forma más profunda y consecuente, y con atención más plena, la grandeza de la redención y la resurrección de Jesucristo como en estos días. Con el espíritu sigo la bella liturgia de la fiesta en una majestuosa y desconocida iglesia que ha construido mi imaginación con anhelos y deseos. Y me parece que siento la cercanía del Resucitado. Y que Él, con su mano traspasada, me acaricia regalándome el más bello obsequio de Pascua: consuelo.

«No sabemos qué hacer contigo»

Agobiado por la enfermedad y el dolor que no le dejaba ni moverse y por el sufrimiento por los suyos, Luka, que no dejaba de rezar el Rosario, se atrevió a pedir a la Virgen una señal.

Temía que ese dolor me aplastara, que mis lágrimas se volvieran más densas que el plomo y que derrumbaran mi fuerza y mi confianza. Por eso, un soleado día, pedí a la Virgen de Fátima que me ofreciera una señal de que me iban a dejar ir a casa.

“Que llueva como el día de Ilisrska Kotlina si quieres salvarme, Virgen de Fátima”, pedí aprisionado en mi tabla.

Y ciertamente, hacia las cuatro de la tarde empezó a llover.

Pasaron semanas  y no parecía haber respuesta a su petición, pero lo que no cedió fue la esperanza,

El 5 de mayo le llamaron a un interrogatorio a cargo de un «juez» al que conocían como «camarada José»

Les dije lo que había venido diciendo hasta ahora. Al final el camarada José me dijo:

“La verdad es que no sabemos qué hacer contigo”.

“Lo mejor es que me mandéis a casa”, contesté.

Él se rió.

No le mandó a casa. Le mandó a otro campo de prisioneros, porque tenían que abandonar el que estaban ocupando debido al avance del enemigo. Pero con el tiempo quien se salió con la suya fue Luka, aunque aún le esperaban muchas aventuras antes de reunirse con los suyos.

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